De la almohada a los pies, dando vueltas en la cama no consigo dormir. Tengo miedo. No dejo de pensar en sus visitas nocturnas inesperadas, cuando zarandea con fuerza mis extremidades a su antojo. El pánico me aborda cuando un minuto, solamente un minuto basta para darme cuenta de que ya ha dejado su diabólico regalo. Fatalmente, con resignación, lo abro sin el más mínimo reflejo de clemencia por su parte. De todos modos, me reconforta saber que a media noche ya ha huido con sus cuernos afilados, su tridente escondido entre una ensangrentada capa del mismo color aunque con un semblante tan despiadado e inhumano como nunca. Hasta la próxima.
