Mi mamá, como ninguna, es
la mejor mamá del mundo. Cariñosa (aunque vende caros los besos), comprensiva
(aunque nunca nos deja salir a la casa), desprendida (aunque nunca nos da
propinas) y todo lo buena que se puedan imaginar.
Recuerdo que todo sucedió
sobre la moqueta blanca del pasillo. Por entonces, Lucas no había salido a la calle
en todo el día. Se bajó los pantalones sin pudor alguno y se puso a descargar
al pie del ficus que tanto mimaba mamá. Cuando ella vio aquello,
enseguida salió a la terraza a coger la aspiradora, entró con ella y la hizo
funcionar. Por última vez. Demasiado pequeña para un ser tan grande.
Abandonada en una esquina
del cuarto de invitados, todavía algunos de ellos creen escuchar los ladridos que Lucas nos dedicaba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario