Recuerdo que todo sucedió sobre la moqueta blanca del pasillo. Lucas se bajó los pantalones sin pudor alguno y se puso a defecar al pie del ficus que tanto mimaba mamá.
Cuando ella vio aquello, enseguida salió a la terraza a coger la aspiradora, entró con ella y la hizo funcionar.
Desde aquel día dejé de escuchar los ladridos que Lucas me dedicaba.
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